lunes, 28 de julio de 2014

Susana o "El despertar"

 Despertó con la primera luz del día que se escapaba por la rendija de la persiana. Los débiles pero constantes repiqueteos en el alféizar confirmaban las previsiones de tormenta y tuvo la sensación de que miles de agujas le recorrían el sistema nervioso, terminando con un hormigueo en la nuca que se apresuró en aliviar con las yemas de los dedos. Con ojos legañosos echó un vistazo a la habitación que se le antojó inmensa. Ninguna nota, ningún beso empañando los cristales como despedida. Una grieta en la pared atrajo su atención y la mirada fija le permitió divagar sobre la noche anterior. Una lágrima caprichosa lamió su mejilla izquierda, blanca y fría como el mármol de Carrara. La sangre, otro escalofrío, el dolor, las lágrimas serpenteaban como la lluvia en su ventana.
Se levantó, tiró de la sábana manchada con cierta rabia e hizo una pelota con ella. Salió de la habitación dando zancadas desordenadas y se dirigió al lavadero. Al oír un ruido metálico se asomó a la cocina, sonrió, tiró al suelo la prueba de su inocencia y se lanzó a los brazos de su hombre que, desnudo de cintura para arriba, se peleaba con las sartenes y la pulpa de la naranja. 

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