jueves, 9 de octubre de 2014

Nicotina en soledad

¡Hola chicos!
Siento el retraso, pero he estado ocupada con otros proyectos que acaparaban toda mi atención. Eso no quiere decir, por supuesto, que me haya olvidado de vosotros y de "Un renglón o más".

Hoy os traigo algo nuevo, ya que, por el tipo de texto, he decidido no sólo publicarlo de forma escrita, si no que también me he atrevido a declamarlo en un video que podéis ver en youtube, en el enlace de aquí abajo. Es mi primer vídeo así que, por favor, no seáis muy duros conmigo. Sé que la iluminación no es la más correcta, y, lamentablemente, mi memoria no es tan buena como para hacerlo sin leer, pero espero que os guste y que os sepa transmitir un poco lo que pensé en el momento de escribirlo. Para los más puristas, también os lo dejo escrito, para que podáis disfrutarlo con vuestra propia voz.

Espero que os guste, si es así, compartidlo con vuestros amigos y suscribiros a mi canal (espero que no sea el último que haga, mi intención es hacer muchos más)  y en el caso de que no, os agradeceré que me deis vuestros consejos.

Muchas Gracias!






Nicotina en soledad 
Ando por la calle y estoy harta, ¿saben?
Harta de las guerras, guerras de sexo entre mujeres resentidas que juegan mientras sonríen amargamente, fingiendo indiferencia ante sus amigas de melena planchada y botas de piel. Mujeres que sufren en silencio, desconsoladamente solas mientras apuestan su corazón con hombres que no entienden, o que entienden demasiado.
Y esos hombres, guerreros de estar por casa, se plantan y se arrastran, lloran y se vengan y todos, hombres y mujeres yacen entre brazos o abrazan como meros instrumentos. Ya no se aman, ya nadie ama.
Estoy harta de la guerra, pero también de la paz, mentirosa e injustamente llena de esperanza, colgada eternamente de unos hilos muy finos que nunca parecen romperse pero que ahogan. Harta del pesimismo de aquellos que lo necesitan para respirar, y del optimismo de los que necesitan que los demás respiren.
Y ando por la calle y pienso que si tuviera tiempo, ganas, sueños, me pararía a observar, pero solo lo hago mientras voy de un lado al otro, con un cigarro consumiéndose en mis labios, flácido, con la vida justa para presumir de que nada me importa.
Así funciona, gente que se arrastra, que vive y muere tan rápido como una colilla. Gente que sobrevive y que aún tiene ganas de luchar por lo que no necesita. De luchar y jugar a ser poderoso, en este mundo de sondas, tacones, picos y bótox. Esa es nuestra lucha, equivocados como el que no quiere aprender, encerrados, cegados por una luz falsa en la peor de las cavernas.
Estoy harta de gente que alza el puño, y de gente que grita sin creer. De esa desconexión entre el cuerpo y la mente, el sexo y la conciencia, el alma, tus manos, la luz de una tarde holandesa.
Estoy harta del dinero y de su falta, de sus faltas y su corta vida de exceso. De mujeres con pañuelos que no necesitan, de púdicos cuellos encerrados tras telas esclavas. De voces falsas que mienten en los hogares, de padres que pegan y madres que humillan y niños que lloran porque saben que algún día pegarán y humillarán.
Harta de vecinos que gritan, de pseudopsicólogos que pseudoescuchan, de todo a medias, y de a medias, nada. De luces azules y neones sucios, de ruidos que no entiendo y de terapias orientales.
Estoy harta de los pueblos que odian a los políticos y de políticos que odian al pueblo, de guerras al fin, del silencio que no llega, y de sotanas, y de carritos de bebé de última tecnología que arrastran madres vacías que solo buscan el consuelo de un llanto necesitado.
Harta de gente que no sabe lo que quiere, y tampoco busca, sin tiempo para respirar, y mucho tiempo para llorar. De taxistas que odian por ver pasar su vida tras una ventanilla amarillenta. Y nada cambia, y nada quiere cambiar.
No es miedo, hemos sufrido y nos hemos levantado. No es tiempo, lo perdemos tanto que ya no existe. No estamos contentos ni tristes, ni cerca ni lejos de saber a dónde vamos. 
Y el problema, el problema es éste. Ya nadie se arrodilla y abraza las piernas de la persona que ama. Ya nadie llora después de hacer el amor, ni regala flores, ni baila a Sinatra después de cenar. No hay vestidos largos un sábado noche, ni tampoco un pedazo de pálida piel que se enseñe así, por casualidad, y que haga enloquecer. No hay largas temporadas de añoranza, de ganas de oír una voz amada, de viajes interminables, de infancias sin corromper, de desinformación, de incultura, de sencillez, de silencio. Ya nadie arranca los botones de la camisa de su amado, ya nadie toca la guitarra desnudo mientras come chocolate, ya nadie se esconde, ya no hay secreto, ni lucha, ni muerte prematura. No hay miedo, ni inseguridad, ni poemas, Dios, ya no hay poesía. No hay poesía y es tan triste, todo es tan triste que estoy harta ¿saben?.
En este mundo vivimos, y yo les compadezco, y les doy las gracias por compartirlo conmigo porque, al fin y al cabo la única manera que tenemos de sobrevivir es permanecer unidos, y así, quién sabe, quizás algún día Sinatra vuelva a sonar sin esconderse tras unos auriculares de última generación. Porque no lo duden, lo hace, i es que quizás, quizás sí, quizás estoy equivocada, quizás existen esos soñadores, sí, quizás, es posible, seguramente, doy fe de ello, sí, existen. 

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